“La comida ecológica es para gente con buenos sueldos.”
“En el herbolario todo es carísimo. Por un paquete de «lo que sea» me compro 3 en Mercadona (o cualquier gran supermercado).”
“Los productos ecológicos son un lujo. Las personas de a pie no nos lo podemos permitir.”
Éstas son algunas de las frases que la gente me ha dicho alguna vez cuando hablo de consumir comida ecológica.
Quizá tú mismo piensas algo similar.
A ver, que lo entiendo: un bote de salsa de tomate convencional te cuesta 80 céntimos de euro, y el equivalente integral ecológico te puede valer 1,70€.
Y entonces es cuando comparas y dices: imposible. No puedo gastar el doble de lo que gasto ya en alimentación.
Está claro que duplicar el presupuesto de comida de una familia media puede ser algo preocupante o directamente inalcanzable.
Pero me gustaría explicar aquí por qué creo que esta visión del asunto tiene algunas lagunas. Y es que no estamos viendo el panorama completo, sino sólo una parte, y estamos por tanto llegando a una conclusión a ciegas.
1. Cuestión de prioridades
Lo primero que quiero decir es que este tema, como casi cualquier otro, es cuestión de prioridades.
En el tema del dinero (y del tiempo) se nota mucho.
La mayoría de personas que me dicen que no se pueden permitir consumir ecológico no son personas realmente con precariedad económica. Como mínimo, tienen una vida con sus necesidades básicas cubiertas.
Generalmente, cuando alguien dice que no tiene tiempo o dinero para hacer algo, lo que realmente quiere decir es que no es su prioridad, o al menos que tiene otras prioridades por delante de ésta.
Y esto no lo digo con ánimo de juzgar a nadie, sólo de observar lo que ocurre, tomar consciencia.
No todos tenemos las mismas prioridades, y es por eso que personas y familias con ingresos similares no necesariamente los distribuyen en igual proporción entre los distintos tipos de gastos típicos de una familia.
2. Marketing e intereses económicos
Dicho esto, también es evidente que la industria alimentaria ha visto mercado en el tema ecológico y se ha metido en él igual que lo hace con cualquier otro sector donde ve negocio.
Sabe que el consumidor que compra ecológico está dispuesto a pagar un poco más por ser un producto orgánico y de calidad, así que en muchas ocasiones abusa de esto y ves unos precios que te dejan con cara de tonto.
Esto tenemos que tenerlo en cuenta, para no dejarnos llevar por palabras bonitas en el empaquetado.
Incluso en fruta y verdura fresca, según la zona en la que esté el herbolario o tienda ecológica los precios pueden variar mucho.
Y además de esto, al productor ecológico se le exige certificarse como tal, por supuesto “pasando por caja”.
Es decir, que tú puedes vender un comestible vacío de nutrientes y lleno de pesticidas y adivitos comerciales. Pero si quieres vender un producto integral, orgánico y sin tratamiento químico, te exigen que pagas para demostrarlo…. El mundo al revés. Aquí la inocencia hay que demostrarla (y pagarla), mientras que la culpabilidad se presupone y sale gratis…
Por otro lado, el mercado se mueve por oferta y demanda. Cuantas más personas demandemos productos orgánicos, más oferta habrá y más bajarán los precios.
3. No son productos comparables
Otra cuestión importante es que no hablamos de lo mismo, cuando comparamos 2 alimentos en el que uno es ecológico y el otro no.
Aunque esto es un tema más largo y complejo, simplificando mucho podemos decir que, por ejemplo, un tomate ecológico es el fruto de una planta que ha crecido de forma natural alimentándose de lo que lo que biológicamente una tomatera está preparada: agua, sales minerales, sol, etc.
Un tomate no ecológico, en cambio, puede ser el fruto de una semilla transgénica, modificada genéticamente para que el fruto tenga un aspecto comercial, ha sido regada con pesticidas y posiblemente productos químicos diversos para que el fruto crezca más rápido, sea más grande, etc., y además el fruto se recoge antes de su punto de maduración y se mantiene en cámaras para que aguante más tiempo antes de ser consumido.
Lo primero es un tomate real.
Lo segundo es sólo algo que se le parece mucho, pero que no es un tomate real.
¿Cómo compararlos y concluir que el ecológico es más caro?
Si hablamos de alimentos procesados, añádele conservantes y toda una serie de aditivos artificiales para dar espesor, color, esponjosidad o la característica que venda más en cada caso.
También hay otros criterios, y responden más a una agricultura lógica que necesariamente a la ecológica. Y para mí no es menos importante.
Hablo de producción local, respetando la biodiversidad de la tierra, con alimentos variados en vez de grandes latifundios, con condiciones de trabajo dignas para los agricultores, etc.
Esta otra forma de producir alimentos también habría que tenerlo en cuenta a la hora de comparar precios.
Estamos acostumbrados a comprar alimentos en los que en muchos casos su precio es más barato porque hay alguien que lo está pagando en el camino: el agricultor, la tierra, tu salud, etc.
4. La cultura de los alimentos procesados
Llevamos (apenas 2?) generaciones consumiendo de forma masiva productos elaborados y envasados. Consideramos «normal» (es decir, se ha convertido en norma) comprar un tetrabrik de leche, un paquete de galletas o una bolsa de croquetas congeladas.
El mercado ecológico ha ido creciendo los últimos años como alternativa al convencional.
Cada vez son más las grandes superficies que ponen su rinconcito ecológico (al más puro estilo zona gourmet).
Y también es ya común encontrar una tienda ecológica especializada o herbolario incluso fuera de las ciudades.
¿Y qué es lo que solemos hacer cuando queremos empezar a consumir productos ecológicos?
Ir a la sección ecológica del súper o al herbolario y buscar el equivalente ecológico a los productos que consumimos normalmente en el supermercado.
Y claro, ahí es cuando vemos la diferencia de precio entre el pan de molde del supermercado y el del herbolario, o entre el yogur convencional y el ecológico.
La cuestión es que seguimos con el mismo paradigma pero en versión ecológica.
No hemos cuestionado el sentido de comprar alimentos procesados y empaquetados. ¿Es esa una alimentación óptima y saludable? ¿Necesito tomar leche (ya sea animal o vegetal)? ¿Tiene sentido comprar tantos alimentos empaquetados para llegar a casa y tirar el paquete a la basura? ¿No habrá una forma más saludable y sostenible de alimentarnos?
Necesitaría un artículo para cada una de estas preguntas, pero sí me gustaría resumir algunas claves si quieres consumir más alimentos ecológicos y hasta ahora te limitaba el tema económico.
Claves finales
- Toma consciencia de la prioridad que es para ti el consumo de alimentos ecológicos. Es posible que te des cuenta de que para ti (por ahora 🙂 ) no es una prioridad, por el motivo que sea. Pero no culpabilices por ello al precio de los productos ecológicos si ésta no es la verdadera razón.
- Hay casos en los que, efectivamente, la comida ecológica es más cara y es cautiva del sistema que lo ha relegado como producto exclusivo. Aquí entran en juego todo el sistema de sellos y el marketing, un tema complejo. Pero también es verdad que, en la mayoría de los casos, se trata de productos procesados y por tanto prescindibles.
- Procura una alimentación basada en comida real y no en procesados. Es más sencilla, más saludable y más económica. Lo que ahorras en un alimento procesado lo puedes invertir en alimentos frescos de calidad y ecológicos. Si al principio no te atreves a hacerlo en un 100%, empieza a comprar ecológico las verduras de hoja y otras frutas y verduras que más proporción de pesticidas contienen, como las manzanas, fresas, melocotones, tomates, uvas, zanahorias o papas.
- Si estos alimentos orgánicos te parecen caros en un sitio, compara precios en otra tienda, o busca un grupo de consumo donde puedas coordinarte con otras personas para comprar directamente a los productores, o incluso prueba a cultivar algunos de tus propios alimentos.
Y ya sabes, que cuantas más personas consumamos productos ecológicos, más oferta se creará en el mercado y más bajarán los precios. Nuestra compra es un voto 🙂
Después de todo esto, ¿Te siguen pareciendo caros los alimentos ecológicos?
Te leo en los comentarios!